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Miércoles, 09 Mayo 2018 17:21

Los empresarios en la elección Destacado

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Por Adela Navarro Bello

En un hilo narrativo de siete puntos en su cuenta de Twitter, El País América, división del diario español El País, publicó en los apartados tres y cuatro: “Los grandes directivos (de grandes empresas mexicanas) consideran que la llegada al poder del líder de Morena supondrá una ruptura con el statu quo actual y será dañino para la economía mexicana y, por ende, para sus intereses.

“El objetivo es aumentar en mayo la sensación de miedo ante la posible victoria de López Obrador y cerrar filas con el conservador Ricardo Anaya, garante de la continuidad”.

Con tales premisas invitan a los lectores a consumir la pieza periodística escrita por Javier Lafuente e Ignacio Fariza, titulada “La élite empresarial mexicana cierra filas con Anaya para frenar a López Obrador”.

Los periodistas de El País edición América consultaron fuentes empresariales, quienes les proporcionaron información pero solicitaron no ser mencionados por nombre y apellido en el artículo, así lo dibujaron en un párrafo los articulistas: “La estrategia de los grandes empresarios pasa por afianzar una corriente de opinión contraria a López Obrador, en la medida de que su capacidad de influir en los trabajadores no es la épocas pasadas. ‘El empresariado como patrón no influye ya tanto’, admite una de las fuentes consultadas, en sintonía con asesores cercanos a Anaya. En la campaña del político reformista –la que más dinero ha gastado- desean el apoyo empresarial, aunque asumen que per se no pueden revertir una elección”.

 

Confiaron a los periodistas su temor en caso que López Obrador gane las elecciones, lo cual no ven lejano dadas las múltiples encuestas electorales que lo ubican como el puntero en la preferencia electoral, empezando en los 15 puntos porcentuales su ventaja.

Ante el evidente no despegue de las campañas políticas del resto de los candidatos a la Presidencia de la República, particularmente el del PAN, Ricardo Anaya Cortés, y el del PRI, José Antonio Meade Kuribreña, los empresarios han entrado a la justa electoral sin estar en la boleta.

Ciertamente, y de ello ha alertado no sin razón, el candidato contra quienes están enfiladas las baterías empresariales, el de Morena, Andrés Manuel López Obrador: desde ciertas grandes empresas de México – una minoría- se fragua una campaña para desacreditar al tabasqueño, sembrar el miedo entre los trabajadores, pedirles hacer conciencia por quién votarán pues en el futuro podrían perder sus trabajos.

El encono que los empresarios han propagado contra Andrés Manuel López Obrador no es nuevo. De ellos salió aquella campaña de que era un “peligro para México”, y ellos son los que en 2012 apoyaron al hoy Presidente de la República, Enrique Peña Nieto. No debe olvidarse que muchos de los votos que marcaron la diferencia provinieron gracias a la entrega de tarjetas electrónicas con dinero –o la promesa de- facturadas en empresas de servicios y productos.

Para esta elección 2018, aun cuando han cambiado las tácticas de ciertos empresarios para inhibir el voto contra López Obrador, siguen ahí. Lo primero fue publicar un desplegado por parte del Consejo Mexicano de Negocios, aún sin nombre, sin firma y lanzando por delante a una mujer como “responsable” de la publicación, para decirle directamente al de Morena “Así no”, respecto las declaraciones que él hizo contra ciertos y muy mencionados empresarios, Claudio X. González y Alejandro Ramírez entre ellos, ambos miembros del Consejo Mexicano de Negocios.

Como suele suceder en cualquier contienda, aun cuando los empresarios no aparecen en la boleta y le hacen el juego al resto de los abanderados, López Obrador respondió y los hombres de negocios (pocas mujeres con ellos), respondieron con otro desplegado, este ciertamente con menos encono, pero que ocupó cuatro planas en cientos de periódicos a los largo y ancho de la República Mexicana, empezando por los radicados en la Ciudad de México.

 

En el segundo desplegado reflexionaron: “El país que todos queremos requiere de un liderazgo que convoque a la unidad, no a la división; que reconozca el México diverso que somos, que esté dispuesto a escuchar todas las voces y que no genere encono. Todos formamos parte de esta gran nación y es juntos como debemos de seguir construyéndola”. ¿Raro, no? Al reunirse en sus empresas con sus empleados, o en alguna instalación de Valle de Bravo para definir estrategias para contener el arrastre de López Obrador, los empresarios están actuando en sentido contrario a lo que pregonan e intentan promover en su desplegado número dos.

Además, es evidente por la publicación masiva de sus desplegados, que han invertido millones de pesos en publicaciones con la intención de afectar a uno de los cinco candidatos a la Presidencia de la República, lo cual causa división y, para más, encono hacia uno de los actores políticos.

Los empresarios dicen “Así no”, y así no, se les debería decir a ellos. No están en la boleta electoral, no militan abiertamente en partido político alguno, pero desarrollan campañas mediáticas para acabar con la popularidad de uno y beneficiar a otros, e invierten en desplegados. Todo lo cual es válido en un país donde hay libertad de expresión, pero que en este caso, tiran la piedra y ocultan la cara, el nombre y la empresa.

En el mismo artículo de El País, los periodistas reflexionan sobre lo confesado por sus contactos empresariales: que la mejor opción sería el candidato del PRI, José Antonio Meade, pero que resulta harto difícil sacarlo del lejano tercer lugar que ocupa en las preferencias electorales del País. Por descarte, la opción que garantiza “el statu quo”, es Ricardo Anaya, a quien la campaña contra López Obrador, y los desplegados, pretenden beneficiar, de acuerdo al artículo del diario español.

El candidato de Morena ha modificado su discurso. Después de decir que de llegar a la Presidencia de la República no expropiaría empresas, respetaría la autonomía del Banco de México, y que cree en la libre empresa, ahora ha dicho que el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en el lago de Texcoco continuará, pero de manera transparente y con inversión enteramente privada. Además que no está peleado con los empresarios, pero sostiene sus señalamientos específicamente contra menos de cinco adinerados, los cuales no responden de manera directa al candidato, como lo hacen en privado.

Orquestar campañas desde las empresas para infundir miedo entre los empleados, es una táctica, que como las de los actores políticos que contienden por la presidencia, debería ser transparente, de frente. La mesa no es pareja cuando no hay comparación entre la cantidad de recursos que tienen los candidatos a la Presidencia de la República para el proceso electoral, con las fortunas de ciertos grandes empresarios de México, por lo menos diez de ellos entre los más ricos del mundo, y dispuestos además, a invertir lo que sea necesario para manipular la intención del electorado, particularmente la de aquel que trabaja en sus empresas. Lo correcto sería que estos empresarios dieran la cara, y que sus campañas para infundir miedo en el electorado fueran abiertas. Libres, en un país democrático.

En estas condiciones, con empresarios provocando el encono político electoral, y con un candidato respondiendo a las acusaciones directas, el resto de los abanderados, especialmente el del PAN, Ricardo Anaya Cortés, y el del PRI, José Antonio Meade, se han quedado callados. Nada dicen porque es probable que asuman que ellos serán los beneficiarios de esta justa empresarial. Nada dicen porque no es contra ellos el plan.

Anaya intenta sacar el mejor provecho vendiéndose como el que va en segundo lugar de las preferencias electorales, mientras José Antonio Meade se va quedando solo. No lo apoyan ni los suyos, y él, ciudadano, se deshizo del presidente del Partido Revolucionario Institucional, Enrique Ochoa Reza, dejando dolidos y heridos políticos al interior del tricolor.

Los empresarios, así sin nombres porque sus desplegados van firmados por logotipos, deberían honrar su palabra y poner en práctica su pensamiento manteniendo un “liderazgo que convoque a la unidad, no a la división, que reconozca el México diverso que somos, que esté dispuesto a escuchar todas las voces y que no genere encono”.

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