Comenzaremos aceptando que el término “selfie” es uno de los más utilizados actualmente y podría considerarse, en el lenguaje de muchos, una palabra común y cotidiana.
Pero ¿qué es una “selfie”? Significa “auto foto”, proviene del término “self”, el cual hace referencia a conceptos como yo, mi mismo, personalidad, identidad, psique, alma, espíritu, entre otros. Se refiere a una acción aplicada al mismo que ser que la imparte comenta la Psic. Xochitl González Hidalgo de la Clínica de Asistencia a Pacientes de la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM).
Al revisar el origen y los significados de esta palabra, podemos darnos cuenta que no sólo representa una auto foto, sino algo mucho más complejo y profundo, a pesar de su, ahora, cotidianeidad.
Y ¿Qué es una foto, una imagen? Es una expresión de sentimientos e ideas, que se utiliza para plasmar, para inmortalizar o capturar un momento.
Todos estos conceptos se ligan, de alguna forma, a lo que es una “selfie”, sin dejar de lado que para cada protagonista y al mismo tiempo, creador de la selfie, ésta tiene un significado distinto, según sus vivencias y sus expectativas.
Ahora que tenemos más claro lo que es una selfie, podemos hablar de la función que tiene la selfie en la actualidad, una selfie funciona, como una fotografía común, para captar un instante importante o representativo en la vida de un individuo y la característica principal es que dentro de esa imagen debe de estar la persona que lo está vivenciando. No sólo es una foto del paisaje o del contexto, sino una confirmación de que la persona está ahí, de que pertenece a esta situación; pareciera como si esta nueva técnica nos permitiera saciar la necesidad de probar que existimos y que somos parte esencial de una experiencia.
¿Qué siente una persona cuando se toma una selfie? Para empezar puede admirarse y reconocerse, desde el punto fotográfico que él mismo elige. En las selfies un apartado importante es la no necesidad que existe de que otro persona ajena al protagonista participe en esta actividad, es un momento donde el protagonista / modelo y el creador / fotógrafo, se unen para plasmar la grandeza de un ser.
Probablemente cuando nos tomamos una selfie y jugamos estos dos roles opuestos, sentimos felicidad, puede ser un momento placentero que, con el tiempo, crea una costumbre que nos hace sentir bien, asegurando que somos importantes, mostrando ese amor propio en toda su expresión, el yo que toma la foto, admira la belleza de este conjunto y el yo protagonista se siente deseado y admirable.
Debemos tomar en cuenta que los avances tecnológicos, constantemente nos ayudan a necesitar menos de los demás y, por lo mismo, a modificar la forma en cómo nos relacionamos con el exterior. El caso de la selfie, es un ejemplo perfecto de cómo se da ahora la interacción con el mundo, nos permite observar como una persona puede ser para el mismo, un equipo, desde el cual es y se observa al mismo tiempo.
Una selfie nos asegura que “estamos”; nos permite confirmar e influir en lo que queremos que los demás vean de nosotros, la realidad que queremos proyectar para con el mundo y para con uno mismo. Es un ideal, el cual plasmamos como una obra artística que permite incluir todos nuestros deseos y miedos, que en ese momento son superados.
Una selfie, es una expresión clara y sincera de lo que es el mundo interno de cada persona, lo que es significativo emocionalmente para él o ella y la identidad que elige desarrollar, ya sea de manera real o en su fantasía. Sin embargo hay que cuidar las selfies que nos tomamos, y considerar que por respeto y seguridad, no todas deben ser expuestas al público o enseñadas a otras personas.