Carlos Castañeda estuvo recluido 23 años en un hospital psiquiátrico al ser declarado como enfermo mental por atentar contra la vida del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz el 5 de febrero de 1970 en venganza por la matanza de Tlatelolco. 43 años después, el cineasta Alejandro Solar Luna, revive su historia a través del documental El paciente interno que llega a las salas de cine comerciales a partir de hoy.
“Comienzo la investigación a partir de una crónica que sale de Gustavo Castillo, periodista de La Jornada, en la que su enfoque contaba la historia de Carlos Castañeda como el hombre que intentó asesinar al presidente Gustavo Díaz Ordaz, que lo habían declarado enfermo mental, que estuvo encerrado 23 años en un hospital psiquiátrico y que en ese momento pedía limosnas en las calles”, expresó Alejandro Solar Luna, en entrevista con Crónica.
“El hecho de que él estuviera en medio de la vulnerabilidad invisible como todas las personas que están en situación de calle, invisibles a los ojos de la sociedad, siendo que él mismo encarnaba la represión, castigo e injusticia que el gobierno cometió sobre él, en si misma era una historia que se tenía que contar”, agregó.
Cuatro años fueron los que el realizador tardó para consolidar el documental, que quedó terminado en el 2012, que ha tenido una corrida exitosa por festivales del género y con el que Solar Luna cumple su sueño de llegar a salas de cine comerciales: “Llegar a cartelera es lo que un cineasta quiere desde el principio y lo mejor es que es a través de una historia de memoria, insólita, que todo mundo debe de conocer”, comentó.
“Lo más difícil de la realización fue contactar a Carlos Castañeda, pero una vez que lo logré tuve la oportunidad de acceder a una historia contada desde la viva voz de su protagonista. Él confió en mí y me contó muchos detalles de lo que pasó y luego tener acceso al hospital y a la abogada que siguió su caso, enriqueció aún más el filme”, explicó el director.
Cabe señalar que el cineasta Ernesto Contreras fue el encargado de la edición de la película que siempre estuvo pensada como un documental por una simple razón: “lo más importante del filme radica en su realidad y que yo podía llevar mi cámara a retratarla, sin necesidad de una ficción porque ya viene incluida, porque atrapa al espectador por ser insólita y tiene una carga de atar cabos y entender una parte de nuestra historia sobre una información que no había sido revelada”, concluyó el realizador.