CIUDAD DEL VATICANO.- El papa Francisco declaró santo al jesuita Pierre Favre del siglo XVI, pasando por alto el procedimiento tradicional del Vaticano con el fin de rendir homenaje al primer recluta del fundador de la orden.
El anuncio fue formulado en el 77mo. cumpleaños del pontífice.
Favre, que vivió entre 1506 y 1546, conoció al fundador San Ignacio de Loyola cuando los dos eran compañeros de estudios en París junto con otro futuro jesuita, San Francisco Javier. Favre fue ordenado y pasó la mayor parte de su ministerio predicando el catolicismo en Alemania y otros países durante la Reforma protestante.
El primer papa jesuita de la historia habló recientemente sobre la importancia que Favre tuvo en la vida de él, en particular su mensaje de dialogar con todos, "aun con el más alejado (de la Iglesia) e incluso con sus opositores".
En una entrevista con la publicación jesuita La Civilta Cattolica, Francisco mencionó de Favre su "piedad sencilla, quizás una cierta ingenuidad, su disponibilidad inmediata, su cuidadoso discernimiento interior, el hecho de que fuera un hombre capaz de tomar grandes decisiones firmes, pero también de ser tan amable y afectuoso".
En septiembre, Francisco pasó también por alto los procedimientos usuales del Vaticano para declarar unilateralmente a otro santo, el papa Juan XXIII. El pontífice decretó que Juan será canonizado junto con el papa Juan Pablo II el 27 de abril incluso cuando la Santa Sede no ha confirmado un segundo milagro atribuido a su intercesión.
En el caso de Favre, se cree que Francisco apeló a un proceso de "canonización equivalente" rara vez usado. Según éste, los papas pueden declarar que alguien que ha disfrutado de reverencia generalizada a lo largo del tiempo merece veneración de la Iglesia universal sin tener que pasar por los procedimientos típicos del Vaticano, que incluyen el verificar que se produjeron dos milagros atribuidos a la intercesión del candidato.
El anuncio de la Santa Sede indicó que Francisco inscribió a Favre en el catálogo de los santos.
El papa Benedicto XVI utilizó el procedimiento durante su pontificado para declarar santa a Hildegard de Bingen. Así lo hizo, y más adelante la proclamó doctora de la iglesia, después de haberse referido a ella en una lección de catecismo como una santa, pese a que nunca había sido canonizada.