WASHINGTON.— Cuando el presidente Barack Obama y otros líderes mundiales se reúnan en Alemania la próxima semana en la cumbre del G7, el presidente ruso Vladimir Putin quedará fuera de la lista de invitados, parte de su castigo de más de un año por la supuesta agresión apoyada por el Kremlin en Ucrania.
Pero a pesar de las promesas de Obama y sus homólogos europeos para aislar Putin mientras siga sin resolverse la crisis en Ucrania, el líder ruso sigue siendo un actor central en los principales asuntos internacionales, incluyendo las negociaciones nucleares lideradas por Estados Unidos con Irán.
Sólo este mes, la canciller alemana Angela Merkel viajó a Moscú para mantener conversaciones con Putin, y el secretario norteamericano de Estado John Kerry fue a Sochi para hablar con él. Putin y el primer ministro británico David Cameron también hablaron por teléfono en los últimos días y acordaron reanudar las conversaciones para poner fin a la guerra civil en Siria, otro asunto donde la cooperación de Putin es crucial.
Funcionarios estadounidenses defienden la relación con Rusia, diciendo que se limita a zonas donde Moscú y Occidente han compartido intereses. El acercamiento con Putin sobre tales asuntos, dicen los funcionarios, no debe ser visto como una señal de que Occidente ha aceptado la situación actual en Ucrania, donde separatistas prorrusos avivan la inestabilidad.
"Tiene sentido cooperar donde hay un interés mutuo claro, siempre y cuando a uno no se le pida retroceder cuestiones de principio que son importantes para la seguridad y el bienestar de un país, aliados y amigos", dijo el miércoles el vicepresidente estadounidense Joe Biden.
Sin embargo, algunos analistas opinan que Occidente corre el riesgo de enviar señales confusas a Ucrania, donde el gobierno busca más apoyo. Mateo Rojanksy, experto en los antiguos estados soviéticos en el Wilson Center, dice que hay "decepción creciente" en Ucrania en lo que los funcionarios no ven como "compromiso claro" de Occidente para proteger su soberanía.