La carta que echaba oficialmente a Dilma Rousseff del Palacio de Planalto tardó en llegar. Había atasco. Finalmente, con una hora de retraso, se ejecutó la decisión, y la líder del Partido de los Trabajadores (PT) queda ahora formalmente apartada de su cargo de forma provisional durante los próximos seis meses.
La expulsión de Rousseff se conocía de antemano, pero tardó 21 horas en consumarse, luego de que hablaran uno por uno los 81 senadores de la cámara alta. 55 de ellos votaron a favor, y 22 se pronunciaron en contra; además, hubo cuatro abstenciones.
El juicio político deberá culminar con otra votación en el Senado, probablemente a mediados de octubre, donde hace falta una mayoría de dos tercios para suspender definitivamente la presidencia de Rousseff. Esta mayoría se sitúa en 54 votos favorables, de modo que, de repetirse el resultado de ayer, el ‘impeachment’ saldría delante de forma definitiva.
LUCHA HASTA EL FIN. Micrófono en mano, y frente a 3 mil excitados seguidores, Rousseff encendía los ánimos: “Siento el dolor indecible de la injusticia y la traición”, empezaba. Insistió en que lo ocurrido en Brasil es un golpe de estado, algo contra lo que creía que, después de las torturas que sufrió en prisión en los años setenta, nunca “tendría que luchar de nuevo “, expresó.
Arropada por Lula, la ahora suspendida presidenta carioca anunciaba la resistencia: “Lucharé con todos los instrumentos legales para ejercer mi mandado hasta el fin”, aseguró. Todo ello con el fin de evitar que “el país sea dirigido por los sin votos, aquellos que no fueron elegidos por la población y que no tienen legitimidad para enfrentar los desafíos de Brasil”.
Los 3 mil simpatizantes petistas despidieron a Rousseff con un mensaje claro: “¡Resistencia!”, “¡fuera Temer!”, gritaban, en un escenario teñido del rojo que identifica al Partido de los Trabajadores, dejando claro que la lucha continúa y que en ningún momento reconocerán al gobierno de Temer. Dure seis meses o dure dos años y medio.
DISTURBIOS. Poco después del llamado a la resistencia, empezaron los disturbios en São Paulo, cuna política de Temer. Varios centenares de personas se congregaron en la Avenida Paulista, la mayor calle de la mayor ciudad de Brasil para respaldar a Rousseff y rechazar al nuevo presidente interino. Presos de la ira, quemaron el pato inflable gigante que presidia la entrada a la Federación de Industrias de Sãp Paulo, la patronal más importante del país, y que había convertido al pato en símbolo de la lucha contra el PT y Rousseff.