La fuga intensificó el mito que rodeaba la imagen de Guzmán, con lo que se hizo más fuerte.
Consolidó su poder sobre las redes de distribución en Los Angeles y Chicago, que se convirtieron en las principales centrales para el Cártel de Sinaloa. Expandió sus operaciones hacia Europa y Australia, a donde envió emisarios para desarrollar contactos locales que conocían a los funcionarios corruptos y sabían cómo construir los canales para el tráfico.
A fin de transportar la cocaína que provenía de Colombia, la traía por aire a pistas de aterrizaje en Guatemala, y de allí las trasladaba por tierra a Estados Unidos, donde las autoridades dicen que controlaba aproximadamente la mitad de la frontera de 3.100 kilómetros (1.954 millas). Usó un avión Boeing 747, camiones, carros, lanchas y vagones para transportar los narcóticos según uno de los casos pendientes en Chicago. Desde esa ciudad, estiró sus tentáculos hacia Vancouver, en Canadá, Filadelfia y Nueva York.
Después de que Estados Unidos lanzó una fuerte ofensiva contra la producción de metanfetaminas, Guzmán incursionó en ese mercado, importando ingredientes desde Asia y Europa para operar enormes laboratorios en Sinaloa.
Las autoridades mexicanas iban capturando o arrestando a sus rivales, pero Guzmán sobrevivió, su poder afianzado aún después de que el entonces presidente Felipe Calderón lanzara una ofensiva contra los Cárteles en 2006.
Durante todo ese tiempo evadió captura, gastando enormes sumas de dinero para adquirir equipos de comunicaciones ultramodernos y desarrollando una maquinaria de seguridad capaz de retar a las fuerzas policiales de algunos países, dijo una fuente policial estadounidense. Con ese apoyo, se movía sin dificultad, asistiendo a eventos familiares y casándose con una reina de belleza, Emma Coronel, en 2007 en un concurrido festín en Sinaloa. (En total, se estima que Guzmán tuvo por lo menos nueve hijos con tres mujeres distintas).
Guzmán sobrevivió gracias a alianzas temporales con otros delincuentes y a la entrega de información a agentes del gobierno, que los mataban o capturaban, dice David Shirk, profesor de ciencias políticas de la Universidad de San Diego.
"El Cártel de Sinaloa tenía la capacidad financiera y organizativa pero, lo más importante, sabían cómo eliminar a su competencia", dice Shirk. "Para tener éxito en esto se necesita más que saber cómo esconder un alijo de drogas. Hay que saber cómo conseguir información, cómo cultivar las relaciones con las autoridades".
Guzmán era también cuidadoso con su imagen, y evitaba los métodos brutales empleados por otros Cárteles. La revista Forbes lo calificó como "Uno de los hombres más poderosos del mundo" en 2009, suscitando protestas del gobierno mexicano. Durante varios años fue incluido en la lista de multimillonarios que publica esa revista, junto con Bill Gates y otros.
Tan es así que se puede decir que administraba su grupo como si fuera una gran corporación. Según grabaciones secretas, Guzmán aceptaba una pérdida de 20% en una operación, dijo Anthony Coulson, ahora retirado pero quien fue jefe de la filial de la DEA en Tucson, Arizona, pero si la pérdida superaba esa cifra, exigía otros métodos.
"Era un matón que tenía la capacidad de emplear una violencia brutal pero a la vez tenía un gran talento organizativo y estratégico", afirmó Coulson.
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En febrero del año pasado, la Comisión contra el Delito de Chicago convocó a una rueda de prensa en que anunció un nuevo "Enemigo Público Número Uno", lo que no hacía desde 1930, cuando el mafioso Al Capone se mereció el título.
Se trataba de Joaquín "El Chapo" Guzmán, dijo la comisión, y era mucho más peligroso que Capone.
"Lo que era Al Capone para la cerveza y el whiskey durante la Prohibición, es Guzmán para las drogas", dijo Art Bilek, vicepresidente ejecutivo de la comisión. "De los dos, Guzmán es de lejos la mayor amenaza .. y tiene mucho más poder y dinero de lo que Capone siquiera soñó".
Capone fue capturado, convicto y encarcelado menos de dos años después de que se le describió como el "Enemigo Público Número Uno". La esperanza era "que lo mismo pasaría" con Guzmán, dijo Bilek.
El final llegó súbita y calladamente. El 22 de febrero, gracias a una grabación secreta de agentes estadounidenses, marinos mexicanos allanaron un apartamento en el cuarto piso de un condominio en Mazatlán. Guzmán (que según las autoridades tendría entre 56 y 59 años de edad) fue hallado en el baño, junto con su esposa y dos hijas mellizas de dos años y medio. No hubo un solo disparo.
Por lo menos siete tribunales estadounidenses tienen expedientes contra Guzmán, y varios de ellos ya están solicitando la extradición. Enfrenta cargos de crimen organizado en cuatro estados mexicanos, además de Ciudad de México. Potencialmente — si es que no vuelve a escaparse— podría pasar el resto de su vida tras las rejas.
En cuanto a su organización, algunos vaticinan que sobrevivirá. Al fin y al cabo los capos de drogas van y vienen, pero sus imperios perduran. Además, no todos en México opinan que el Cártel de Guzmán era tan siniestro.
El miércoles por la noche, cientos de personas salieron a las calles de la capital de Sinaloa en apoyo del narcotraficante, a quien consideran un salvador. "Apoyamos a Chapo Guzmán porque es el que nos da trabajo y nos ayuda en las montañas", dijo Pedro Ramírez, uno de los manifestantes.
Artistas de la música norteña tocaron sus trompetas mientras jóvenes en uniformes escolares alzaban Cárteles exigiendo la libertad de su paisano quien, a ojos de algunos, logró tanto a pesar de su captura final. Uno de los Cárteles decía: "Amamos al Chapo".