El 8 de marzo se conmemora el Día internacional de la Mujer. Sin embargo, considero vergonzoso que, pese a las significativas contribuciones de las mujeres a México, sus derechos fundamentales, se han mantenido fuera de nuestras leyes durante siglos.
Se limitó la posibilidad de la igualdad al negarles sus derechos políticos. Fue hasta 1953 que se les dio la posibilidad de votar y ser votadas y 21 años después se hizo explícito en el artículo 4 constitucional la igualdad jurídica entre hombres y mujeres.
Tengo cinco hermanas; ellas me enseñaron que las mujeres tienen grandes capacidades. Por eso soy, desde hace muchos años, un convencido de su potencialidad. Tal es el ejemplo de Lupita Nyong’o, mexicana de nacimiento quien nos sorprendió el domingo con su tan merecido galardón a mejor actriz de reparto en los Oscares.
En este contexto, lamento mucho que cuando en las naciones se habla de globalidad, equidad en los intercambios y prosperidad, no suceda lo mismo en el ámbito social. No hemos erradicado la violencia contra las mujeres, quienes siguen sufriendo discriminación en el hogar, en el trabajo y son víctimas de abuso físico y psicológico.
Es paradójico que en el siglo XXI la violencia contra las mujeres haya adquirido formas más crueles y sofisticadas. Es indignante que, cuando la humanidad vive en medio de los avances científicos más significativos de su historia, sucedan actos deplorables contra las mujeres.
A nadie escapa el crecimiento en las últimas décadas del tráfico de mujeres y niñas para la explotación sexual. Impactan las cifras que se manejan, las cuales muestran la realidad que vive la mujer en nuestro país y fuera de nuestras fronteras. 35% de las mujeres sufre violencia física y/o sexual dentro de sus relaciones de pareja o violencia sexual fuera de relaciones de pareja. Sin embargo, estudios nacionales muestran que hasta 70% sufre violencia física y/o sexual a lo largo de su vida, a manos de una pareja.
No debemos olvidar que el abuso y maltrato contra la mujer afecta su salud, la de sus hijos o personas de su entorno, es por eso que existe un riesgo de que la violencia predisponga a la mujer a la mala salud. Un mayor número de estudios indica el aumento de los efectos negativos de la violencia.
Hablar de violencia contra mujeres y niñas es referirse a una amplia gama de expresiones que vulneran la dignidad y atentan contra la integridad de quienes conforman más de la mitad de la población mundial; es referirnos a uno de los desafíos más importantes que enfrentan los gobiernos y las sociedades, representa nuestra incapacidad para avanzar sobre bases de tolerancia, igualdad y reconocimiento mutuo.
No podemos llamarnos naciones modernas, ni plenamente democráticas, mientras exista desigualdad entre la mujer y el hombre, y no tengamos acceso a las mismas oportunidades de desarrollo y sigan existiendo actos de violencia contra el género femenino. En tanto mujeres y niñas no se sientan con la confianza y seguridad para denunciar los actos que atentan contra su dignidad, y sigan existiendo personas que pretendan que esto no sucede, no podremos hablar de una solución contundente.
Las mujeres son el alma de los hogares mexicanos, núcleo fundamental de la educación y la cultura; son formadoras de nuevas generaciones.
Ellas están cada vez más integradas a los ámbitos laborales, su capacidad, su talento, su profesionalismo, son un verdadero motor del desarrollo de nuestro país, de los avances de la democracia y de la justicia.
El factor determinante será pronunciarse por una cultura en pro de los derechos de la mujer e incentivar una cultura de respeto a su persona que traiga como consecuencia erradicar para siempre cualquier forma de violencia en contra de ellas.
Me congratulo por la ratificación universal de la Convención sobre la Eliminación de Toda Forma de Discriminación contra la Mujer, aprobada por la ONU. Hay que continuar eliminando cualquier forma de discriminación y facilitar el acceso a la justicia.
Nos ha tocado vivir en un mundo de grandes desafíos. En este planeta convulsionado por la violencia tenemos la gran oportunidad de forjar una nueva cultura, basada en la equidad, la tolerancia, la justicia.
Tenemos el compromiso urgente de poner en marcha políticas que resuelvan para siempre la inequidad social y de género.