Ciudad de México (SinEmbargo).- Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo” Guzmán fue entregado al Gobierno de Estados Unidos y ahora purga delitos cometidos en aquel país en una cárcel de Nueva York. Acá, en México, el expediente de su estancia en el penal de máxima seguridad de El Altiplano, del que escapó a través de un túnel, quedó clasificado como “confidencial”, sin que haya fecha para abrirlo.
Que su expediente en ese penal tenga esa categoría, significa que los ciudadanos no pueden conocer si en efecto, al narcotraficante mexicano más famoso y que alguna vez fue “el más buscado”, se le aplicaron “medidas correctivas” o “de readaptación”. ¿Qué hizo Guzmán Loera en su estancia en El Altiplano? ¿Qué hicieron las autoridades mexicanas con él? Toda la información que haga referencia a ello quedó cerrada.
Dueño de la holding más grande que jamás haya surgido en el mundo del narcotráfico, que incluye la jefatura de un cártel de pistoleros, pero también laboratorios y transporte en rutas de por lo menos tres continentes, “El Chapo” terminó por construir su leyenda durante su estancia en el penal de El Altiplano. Ahí se le ocurrió la ingeniería del túnel de 1.5 metros por el que escapó. Y fue ese punto a donde –ya fugado- se dirigieron los ojos del mundo para observar y entender su genuino modus operandi.
La primera vez que “El Chapo” puso un pie en ese penal edificado en el Estado de México fue en febrero de 2014 cuando después de 13 años de escapatoria, el Gobierno de Enrique Peña Nieto lo capturó en Mazatlán, Sinaloa. Luego vino su segunda fuga y a los meses, en enero de 2016, su recaptura. Guzmán Loera volvió a ese penal de máxima seguridad, pero en mayo del mismo año fue llevado al Centro federal de readaptación social (Cefereso) de Ciudad Juárez, Chihuahua.
Ninguno de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) quiso atraer los amparos de la defensa del narco más notable de los nacidos en Badiraguato, Sinaloa. Y el pasado 19 de enero, Guzmán Loera perdió su último recurso para evitar su traslado a Estados Unidos cuando el Quinto Tribunal Colegiado en Materia Penal de la Ciudad de México determinó negarle el recurso que lo mantendría en suelo mexicano. Ese mismo día fue llevado a una cárcel de Nueva York.
El penal fue construido durante el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y abierto en 1991. Una paradoja fue que uno de los internos iba a ser el hermano del ex Presidente, Raúl, quien llegó en 1995, acusado de ser el asesino intelectual del dirigente nacional priista, José Francisco Ruiz Massieu.
La cárcel fue planeada en 27 mil metros cuadrados con un sistema de seguridad tan potente que lo blindaba por dentro y por fuera. Para inaugurarlo, trasladaron de prisiones estatales a narcotraficantes calificados como “de alta peligrosidad”. Así, en fila, hicieron ingresar a los fundadores del Cártel de Guadalajara, Rafael Caro Quintero, Miguel Ángel Félix Gallardo y Ernesto Fonseca Carrillo “Don Neto”.
A esa cárcel llegó también el asesino confeso de Luis Donaldo Colosio Murrieta, quien fuera candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y cuya vida dentro también se desconoce.
Enclavado en Almoloya de Juárez, Estado de México, el penal tuvo el nombre de ese municipio de menos de 150 mil habitantes. Nueve años después cambió de nombre porque los habitantes se quejaron de ser asociados con el crimen y entonces, fue “rebautizado” como Cefereso no. 1 “La Palma”. El 6 de mayo de 2006 volvió a cambiar de nombre debido a que se emitió un nuevo reglamento para los penales federales en el que se estipuló que se nombrarían conforme a la zona geográfica donde se encuentren. Así fue rebautizado como de El Altiplano.
Joaquín Guzmán Loera llegó ahí en 2014. Se convirtió en el preso más connotado, una joya de la delincuencia en manos del Gobierno federal. Ya no es un reo mexicano. Y lo vivido en ese penal, los ciudadanos aún no pueden conocerlo.