Ciudad de México.– La alerta vino en 2010 desde Rusia: los informes de salud hablaron de una nueva droga, llamada krokodil (traducido como “cocodrilo”) que se come vivos a los adictos, hasta matarlos. La revista Vice estuvo entre los primeros medios internacionales en documentar su uso en zonas de extrema pobreza de ese país. Luego vinieron otros. Pero muy pronto, apenas dos años después, la alerta se extendió a Gran Bretaña. Ese mismo 2012 se dieron apariciones esporádicas del compuesto químico en Brasil y Argentina, aunque las autoridades de estos países no elevaron una alerta de salud pública. Ahora, las autoridades sanitarias y de lucha contra las drogas en Estados Unidos han alertado sobre el uso en su frontera sur con México; en Phoenix, Arizona, por ejemplo, y en otras poblaciones que padecen de extrema pobreza. Phoenix es una ciudad de altos contrastes. Por un lado tiene uno de los niveles más altos del país, pero por el otro es el hogar de pandillas que se alojan en los barrios de extrema pobreza. Estas comunidades son, por lo regular, pobladas en su mayoría por mexicoamericanos. La droga krokodil o cocodrilo es desomorfina, conocida también como dihidrodesoximorfina o por un antiguo nombre comercial: Permonid. Paradójicamente, fue inventada en 1932 en Estados Unidos. Posee efectos sedantes y analgésicos, y su preparación es casera: la desomorfina parte de la α-clorocodida, que se obtiene haciendo reaccionar cloruro de tionilo con codeína. Los adictos en Rusia empezaron obteniendo medicamentos con codeína, como los jarabes para la tos. En un proceso similar al que se utiliza para crear metanfetamina a partir de la pseudoefedrina, la codeína (encontrado en analgésicos) se mezcla con yodo y fósforo rojo (que sale de cajas de cerillos) y se le hace reaccionar con fuego. La desomorfina, como es fácil de imaginar, es altamente impura. Se le llama la “nueva heroína” porque se inyecta, tiene efectos parecidos aunque más fuertes, y sirve como un sustituto barato. Pero un adicto sólo alcanza a vivir dos años. No más. Algunas organizaciones oficiales de salud tanto en Rusia como en Estados Unidos han alertado que su rápida expansión no está relacionada con una posible escasez de heroína; es un sustituto barato que llega a zonas de alta marginación. Una dosis puede costar poco menos de un dólar o 10 pesos mexicanos.
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