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Robaron y engañaron a pareja de migrantes

Dejando atrás a sus dos pequeñas hijas y con muchos sueños a cuestas, César y su esposa, Araceli, salieron de su casa en Chalco, Estado de México, para trasladarse hasta Tijuana, donde se encontrarían con un “pollero” que los llevaría hasta California.

El objetivo parecía sencillo: cruzarían a Estados Unidos, conseguirían un empleo, se estabilizarían y después buscarían la forma de traer a sus dos hijas, de cuatro y cinco años de edad. Con suerte obtendrían un permiso de trabajo.

 

Así lo habían visualizado, pero la travesía por la que César Leo-nardez Hernández y Araceli Morales Santos pagaron 30 mil pesos, que habían conseguido prestados, no tuvo un feliz desenlace.

 

Al llegar a la Central Camionera de Tijuana, César se comunicó con el “pollero”, que le dijo que no iba a poder pasar a recogerlos, pero que iba a mandar a su “carnal”.

 

Después de la espera, una persona los abordó. Les dijo subieran a una camioneta para llevarlos a Estados Unidos. El acuerdo era que iban a cruzar por la garita, “no teníamos que pasar por nada de cerros, iba a ser por la línea”.

 

El recorrido duró varias horas. La pareja conservó la calma, pues su primo había pactado con el “pollero” el lugar y hora en que se iban a encontrar con él.

 

La camioneta se detuvo, era alrededor de la una de la madrugada. Les dijeron que ya habían llegado, que estaban en Estados Unidos y le iban a avisar a su primo, para que pasara por ellos al amanecer.

 

Apenas bajaron unas cuantas pertenencias y el “pollero” se retiró a toda prisa.

 

La incertidumbre hizo presa de ellos, por lo que decidieron preguntar a una persona que se encontraron en el camino en dónde estaban.

 

“En el poblado de San Vicente, en Ensenada”, fue la respuesta, “¿es México?”, preguntó consternado. Cuando escuchó un sí, a partir de ahí sus planes y sueños se esfumaron, se derrumbaron.

 

“Es la impotencia, de querer gritar, hacer algo”, narró César con tono de resignación.

 

“Ya no pudimos hacer nada, nos quedamos sin dinero, sin los números de teléfono, sin nada”.

 

Araceli recordó que tuvieron que caminar hasta llegar a Ensenada y de ahí a Tijuana. Algunas veces en el camino se encontraban con gente que les daba un “aventón”, agua y tortillas, pero su peregrinar parecía no tener fin.

 

“Caminamos un día y medio, sin comida, sin nada, tuvimos que caminar, ya más noche para qué caminar”, platicó César, por lo que se acurrucaban en algún cerro.

 

La temperatura bajó mucho durante noche y madrugada. Mientras Araceli dormía, César velaba su sueño. Le daba miedo que fueran a ser nuevamente víctimas de la delincuencia.

 

El fallido sueño americano

 

Después de largas horas de caminar y caminar, llegaron nuevamente a Tijuana. Se fueron directo a la Central Camionera, aunque sin dinero para tomar un camión de vuelta a casa.

 

Durante cuatro días permanecieron como si fueran pasajeros, sentados en las bancas, pensando qué hacer, a quién recurrir.

 

En ese lugar vieron a personas que iban con bolsas de DIF Municipal, por lo que se acercaron a preguntar cómo podían obtener ayuda.

 

Fue así que contactaron a personal del Programa Mejora, del gobierno municipal, a quienes les contaron su lamentable historia.

 

La responsable de dicho programa, Rosario Lozada Romero, hizo las gestiones para adquirir los pasajes de camión de la joven pareja, que anoche emprendió el camino de regreso a casa.

 

Indicó que a ambos los encontraron en una condición de deterioro, pues durmieron en cerros, caminaron por largas horas y no habían comido lo suficiente.

 

Los trasladaron a un albergue, les consiguieron ropa limpia, alimento para el camino y los acompañaron hasta el final de este episodio, con el llamado a que difundan entre sus familiares y amigos que “el sueño americano ya no existe”.

 

De hecho, luego de lo vivido, César de 27 años edad y Araceli de 20 años, aseguran que no tienen pensado volver a intentarlo.

 

A pesar de su amarga experiencia, reconocen la solidaridad de la gente que se encontraron en el camino, que se compadeció de su situación y les dio un vaso de agua.

 

Su objetivo es recuperarse de este trago amargo y trabajar para pagar los 30 mil pesos que entregaron al “pollero”.

 

César, quien se dedica a la albañilería, ahora valora lo que tiene en su tierra, “está mejor allá, poco o mucho”.

 

De acuerdo a su itinerario, la tarde-noche del jueves estarán en casa y la pesadilla habrá terminado.

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BANNERS DERECHA