Rusia rechazó ayer de forma tajante el anuncio del presidente de Ucrania, Petró Poroshenko, de enviar un contingente de pacificación de cascos azules, con el mandato del Consejo de Seguridad, al este del país, tras saltar por los aires el alto el fuego, tras la victoria militar de los rebeldes prorrusos en la estratégica ciudad de Debáltsevo, donde murieron más de tres mil soldados ucranianos.
“País agresor”. Además de pedir la ayuda internacional, Poroshenko dijo que en el contingente no podrían participar los rusos, ya que consideró que Rusia es un “país agresor”.
En respuesta, Vitali Churkin, el representante de Rusia en la ONU, recomendó a Ucrania retirar las armas y “no dedicarse a promover nuevas iniciativas”. Churkin dijo que la iniciativa ucrania hacía sospechar que Kiev quiere socavar el acuerdo de Minsk, aprobados el 12 de febrero, y recordó que la vigilancia en la zona de conflicto ha sido encargada a la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Según los acuerdos de Minsk, el acceso de Kiev a la frontera sólo será posible una vez que los rebeldes hayan consolidado sus posiciones como autonomías con policía propia, y siempre y cuando éstos lo autoricen. Para su subsistencia, los separatistas dependen absolutamente de la frontera con Rusia, por donde reciben ayuda humanitaria y también bélica.
Solos no gana Kiev. La dolorosa derrota en Debáltsevo ha hecho saltar todas las alarmas en Kiev, ya que la petición de Poroshenko supone reconocer que el ejército ucraniano es incapaz de ganar a las fuertemente armadas milicias prorrusas.
De hecho, el gobierno ucraniano teme que el siguiente objetivo de los rebeldes sea el asalto final a puerto estratégico de Mairúpol.