El Presidente Enrique Peña Nieto inicia hoy su tercer año de gobierno en medio de una crisis de aceptación pocas veces vista. Ayer, las dos encuestas de popularidad reflejaron un rechazo del que no se tiene registro para un mandatario mexicanos en sus dos primeros años.
Pero no quedó ahí. En distintas ciudades de México y el extranjero hubo manifestaciones donde se exigió su renuncia.
El Presidente vivió estas expresiones de rechazo fuera de la capital del país. Estuvo de gira en Chiapas. Mientras, en varias ciudades de México y sobre todo en el Distrito Federal hubo desde breves expresiones en los consulados y en las embajadas, hasta movilizaciones que aglutinaron a miles.
En ninguna hubo violencia y su desarrollo fue en paz.
Excepto en la Ciudad de México donde, al final, decenas de policías capitalinos se replegaron para intentar aislar a un grupo de autodenominados “anarquistas”, luego de que éstos atacaron bancos y establecimientos comerciales, a pesar del llamado a la no violencia.
En México, hubo manifestaciones de apoyo a los 43 normalistas desaparecidos en Iguala, Guerrero, el 26 de septiembre pasado. Los plantones y marchas se dieron en las ciudades de Cancún, Durango, Saltillo, San Luis Potosí, Guadalajara, Villahermosa, San Cristóbal de las Casas, Cuernavaca, Tijuana, Chicoloapan, Hermosillo, Córdoba, Lázaro Cárdenas, Santa Cruz Xoxocotlán, Oaxaca, Chilpancingo, Zihuatanejo, entre otras. Igualmente, en el extranjero se dieron las manifestaciones en distintos países y ciudades: en Estados Unidos, en Providence, Chicago, Los Angeles y Albuquerque; en San José, Costa Rica; en Freiburg, Alemania; en Bahía Blanca y Córdoba, Argentina; en Londres y Nottingham, Gran Bretaña; en Bruselas, Bélgica; en Montreal, Canadá; en Tokio, Japón, y en otras ciudades del extranjero.
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El guión se repitió: una marcha que convocó a miles y se desarrolló en paz, terminó en actos violentos por parte de un grupo de encapuchados, que causaron destrozos en bancos y comercios.
Su actuar, de nueva cuenta, justificó el despliegue de decenas de granaderos y policías auxiliares del Distrito Federal, quienes -de nueva cuenta- terminaron encapsulando a personas ajenas a los hechos de violencia, e incluso agrediendo físicamente a algunos, como fue el caso de Rosalinda Rojas Nieves.
La mujer, quien se encontraba con una herida en la cabeza, acusó que los policías la habían golpeado. Además, dijo, tres chicos que la habían protegido para que le dejaran de pegar fueron acusados por los granaderos de supuestamente traer bombas molotov. Rojas Nieves aseguró que eso era mentira.
La marcha que partió del Zócalo transcurrió en orden y sin incidentes mayores, como ha ocurrido en las anteriores movilizaciones organizadas a raíz de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
La manifestación convocó a estudiantes de la UNAM, la UAM, el IPN, la UACM, la UPN, entre otras, así como organizaciones civiles y agrupaciones como el Sindicato Mexicano de Electricistas y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
También acudieron personas sin ninguna afiliación. Conforme fueron llegando al final del recorrido, los contingentes se fueron acomodando a lo largo de los carriles centrales de Paseo de la Reforma, mientras en la glorieta del Ángel de la Independencia se desarrollaba un mitin.
Todo transcurría con normalidad hasta que un puñado de jóvenes con los rostros cubiertos, que formaban parte del contingente autodenominado “anarquista”, arremetió con palos y piedras y dos petardos contra las fachadas de dos sucursales bancarias, contiguas a la embajada de Estados Unidos.
Eso provocó que muchos de los manifestantes optaran por retirarse, mientras otros se concentraron para evitar que los “anarquistas” se reintegraran al contingente.
Les gritaban “¡No violencia, no violencia!”. Tras quebrar vidrios y tirar globos con pintura roja, los embozados se retiraron y el resto de su contingente se retiró hacia la esquina de Florencia y Chapultepec, donde se reagruparon para regresar hacia Paseo de la Reforma a atacar más fachadas de locales.
Esta vez prendieron fuego en algunos establecimientos, además de quebrar vidrios con palos y piedras. Pasaron unos 50 minutos entre un hecho y otro, y ningún policía se apareció por ahí para resguardar los negocios, como han hecho en otras ocasiones, o detener en flagrancia a los agresores.
Fue hasta que el grupo de embozados avanzaba a la altura del Monumento a Cuauhtémoc que una oleada de granaderos y policías auxiliares apareció.
Frente al Senado se dio un enfrentamiento entre algunos de los inconformes y uniformados. Simultáneamente, un contingente de unas cien personas, que avanzó del Ángel a la par que los embozados, fue rodeado por los granaderos para impedirles el paso.
La presencia de personal de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y del colectivo Marabunta resguardó al grupo de encapsulados, quienes gritaban “¡No violencia, no violencia, no violencia!”.
Finalmente, los policías les dejaron salir y optaron por retirarse en grupo. “¡Todos juntos, todos juntos!” y “Los pacíficos somos más”, gritaban mientras caminaban hacia la estación del metro Hidalgo, donde finalmente se desintegró el contingente bajo el resguardo de la CNDH.
Por la tarde, entre los manifestantes se encontraban algunos de las 11 personas detenidas al término de la marcha del 20 de noviembre, donde el enfrentamiento entre embozados y policías derivó en el desalojo del Zócalo, agresiones a manifestantes ajenos a la violencia y detenciones arbitrarias.
Liliana Garduño marchó a pesar de estar lesionada, pues al ser detenida un granadero le abrió la espinilla derecha con su escudo.
Luis Carlos Pichardo, de 55 años y empleado del Museo de la Memoria Indómita, dijo que la experiencia de su injusta aprehensión lejos de desanimarlo a continuar en las movilizaciones, “nos hace reflexionar, pensar que tenemos que cambiar este sistema judicial, tenemos que cambiar esta actitud del gobierno que ha retrocedido unos 30 años”.
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Clemente Rodríguez dijo que muchos de los padres y madres de los estudiantes desaparecidos, perdieron sus empleos para dedicarse de lleno a la búsqueda.
“Yo vendía garrafones de agua y mi esposa también trabajaba, ahora ya no podemos, porque nuestro hijo no está con nosotros, queremos que nos lo regresen”, dijo.
José Solano Rodríguez, estudiante de la Normal Raúl Isidro Burgos, también se unió a la exigencia de renuncia de Peña Nieto y criticó que en su discurso del jueves pasado se asumiera como Ayotzinapa.
“Queremos decirle al copetón que dijo que era Ayotzinapa, le decimos que chingue su madre, como Ayortzinapa tenemos dignidad, somos campesinos, de origen indígena y no somos unos políticos hipócritas, coludidos con la delincuencia organizada.
Él no es Ayotzinapa. Ayotzinapa somos nosotros y todos los que nos han acompañado. No los partidos políticos ni los políticos”, afirmó.
José Félix, de Tecuanapa, Guerrero, y familiar de unos de los jóvenes desaparecidos, llamó a los mexicanos a la unidad y a una “revolución inteligente”.
“Estamos aquí para solicitarles unidad, es lo más importante, el llamado es al corazón de los padres de familia, a las madres que saben cuánto es el dolor de un hijo.
El mismo dolor de las madres de Guerrero, es el dolor de las madres de México”, expuso.
La politóloga Denise Dresser Guerra planteó que la corrupción y la impunidad están en Los Pinos, en el Ejército, en Tlatlaya y Ayotzinapa.
“Hago un llamado a cumplir con el estado de derecho, la primera señal es la aprehensión inmediata de Arturo Montiel Rojas [ex Gobernador del Estado de México], porque sólo así sería creíble la idea de que el PRI [Partido Revolucionario Institucional] está moviendo hacia adelante a México”, expuso. MILES PROTESTAN EN MÉXICO Y EL EXTRANJERO
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La petición de renuncia del Presidente Enrique Peña Nieto se hizo presente en la mayoría de los estados de México y en otras localidades en el extranjero.
En San Luis Potosí, Coahuila, Tabasco, Durango, y otras entidades mexicanas, manifestantes quemaron figuras del Ejecutivo federal con la consigna: “Renuncia Peña”; asimismo encabezaron protestas y marchas haciendo alusión a otros casos en los que la actuación del gobierno no ha dado respuestas a la sociedad civil como Atenco, Tlatlaya, en el Estado de México, la Guardería ABC, en Sonora, y Ayotzinapa, Guerrero.
Con leyendas como “Narcogobierno” y “Fuera Peña”, manifestantes rechazaron al mandatario priista y su administración en Chiapas, Morelos, Baja California, Edomex, Sonora, Veracruz y Michoacán, entre otros. Pero el llamado también se hizo a nivel mundial.
En Estados Unidos, un grupo de manifestantes escribió “Narco Estado” en el Consulado mexicano de Carolina del Norte. En Los Angeles, incluso, se entregó una carta al cónsul Carlos Sada con denuncias de las injusticias del gobierno mexicano contra el pueblo.
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Afuera del Consulado mexicano en Chicago, Illinois, un grupo de personas exigieron la renuncia de Enrique Peña Nieto, así como la liberación de Jaqueline Santana y Bryan Reyes, detenidos durante la marcha del 20 de noviembre en la Ciudad de México.
En Argentina, Costa Rica y otros países de América Latina se registraron protestas con la misma consigna.
Por su parte, mexicanos residentes en Europa y mismos ciudadanos se unieron al llamado con carteles que exigían el cese de la violencia e inseguridad en México.
En Inglaterra, Bélgica, Alemania, las leyendas “Ayotzinapa somos todos”, “Por los 43” y “¡Fuera Peña!”, resonaron entre los manifestantes.