Adiós, Arnulfo
El remanente de tiempo que tiene Arnulfo De León Lavenant como procurador de los Derechos Humanos y Protección Ciudadana en el Estado, es idéntico al que tiene la hoja de un árbol cuando va cayendo al piso: Estrictamente el inercial para que toque el suelo.
De León fue cavando su tumba con la pala de la soberbia, conducta que le hizo soslayar que solo estaba en ese lugar para cumplir una misión política, y que esta había concluido apenas empezó el 8 de julio de 2013.
Petulante y tijerete, De León volteó para otro lado cuando la lógica que mueve la supervivencia política señalaba que tenía que buscarse una nueva misión toral, otra utilidad, algo que lo siguiera haciendo necesario para un grupo que, además, debía buscar, para tener cierto cobijo.
Pero a De León, como a Cortázar en sus libros, se le bifurcaron los caminos, y se quedó viviendo en una realidad paralela, lo que dejó de manifiesto tanto en sus declaraciones a los medios, como en el tono con el cual se expresó en la comparecencia que tuvo en el Palacio Legislativo, ante la comisión de Hacienda y Presupuesto de la 21 legislatura.
Tanta estolidez era imperdonable y, además, a De León, en esa visión obnubilada por la altivez, el envanecimiento y la pompa, se le ocurrió patear el pesebre.
Hoy, es cuestión de tiempo para que esté metiendo fólderes en cajas.
Fuentes legislativas le deslizaron a este columnista que los panistas ya no necesitarían seguir sacando la calculadora, en su afán de que el actual ombudsman se vaya.
Los blanquiazules ya tendrían, además de sus siete votos y el par de Nueva Alianza, amarrados otros diez: Dos del PEBC, dos de Movimiento Ciudadano, los sufragios de PRD, PES y PVEM, así como... uno del PRI. El diecisiete.
Y es que, a pesar de la resistencia que ha tenido el coordinador parlamentario tricolor para removerlo, hay personas indefendibles, política y operativamente. De León es uno de ellos.
Así que, si no ocurre nada imprevisto, la era del actual fiscal de los derechos humanos terminará antes de que acabe el año. Un periodo, sin duda, tan gris como el color con el cual mandó a pintar De León las instalaciones de la PDH.
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