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Martes, 11 Noviembre 2014 21:23

La rinconera Destacado

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EL CHIRRIÓN POR EL PALITO

Cuando se gana una elección presidencial con tan poco margen y en una sociedad polarizada por intereses y mesías tropicales, resulta difícil gobernar y, especialmente, asegurar la gobernabilidad del Estado.

Así podemos resumir lo que está pasando con Enrique Peña Nieto, circunstancia que se ha visto agravada por los hechos de Ayotzinapa donde, ante el pésimo manejo de Comunicación Social y de los asesores presidenciales, ahora el único responsable de estos lamentables hechos es para la opinión pública internacional y nacional, el Primer Mandatario de la Nación.

 

De manera inexplicable, Presidencia dejó pasar casi diez días después de la desaparición de los 43 normalistas para emitir un posicionamiento al respecto, cuando la sociedad quería que su Presidente saliera a dar una explicación e informara de manera directa, de cara a los mexicanos, lo que estaba ocurriendo.

 

Ese yerro fue aprovechado magistralmente por la oposición para utilizar las redes sociales, donde tienen un extraordinario dominio, para desdibujar del panorama de linchamiento a los verdaderos autores intelectuales y materiales de la masacre y, en cambio, subir la mira en el Presidente Peña Nieto.

 

Más aún, en una verdadera torpeza política, el presidente decide realizar su viaje por Asia cuando el sentido común le indicaba que aunque la situación no iba a cambiar mucho, era importante mantenerse atento y presente al desarrollo de los acontecimientos.

 

Todavía hoy día, Presidencia no encuentra la forma de enfrentar esta crisis de gobernabilidad que, ante la evidente incompetencia oficial, el regocijante silencio panista y la perversidad mediática de empresarios resentidos y de los fanáticos del mesías, amenaza con volverse más grave.

 

Incluso desde el mismo Partido Revolucionario Institucional parece prevalecer el temor de salir a defender al Presidente y recordar, en cambio, que los verdaderos asesinos intelectuales y materiales están detenidos y muchos de ellos son autoridades municipales y estatales de Guerrero surgidos de las filas del Partido de la Revolución Democrática.

 

Gobierno y PRI han sido avasallados por la feroz embestida que de manera implacable han emprendido en las redes sociales aquéllos que, precisamente, quieren sacar de la memoria colectiva la responsabilidad que su partido político tiene en los hechos de Ayotzinapa.

 

Por ello apuestan a la violencia y abonan al encono, generando con ello desconfianza y temor de una sociedad ya de por si molesta por la errática conducción económica nacional.

 

 

 

Y ha sido precisamente el PRD, porque no le conviene a sus intereses y en tanto no “negocie” seguramente algún salvoconducto para el exgobernador Ángel Aguirre, el primero en rechazar el llamado al pacto por la reconciliación nacional.

 

Porque nadie en su sano juicio podrá creer que el exgobernador no sabía lo que pasaba en su Estado y en qué andaban sus alcaldes, qué cárteles de la droga predominaban en su entidad y qué interés protegían todos y cada uno de ellos.

 

Pero ahora nadie, especialmente en el PRD, parece acordarse de eso.

 

Por su parte, de manera estratégica, el PAN ha mantenido silencio para aprovechar electoralmente todo este ruido y recuperar el mayor número posible de diputaciones federales y controlar, desde el Poder Legislativo, al Poder Ejecutivo representado por Peña Nieto.

 

No tengo duda pues que por desgracia, este asunto de Ayotzinapa y los 43 normalistas desaparecidos, está siendo aprovechado políticamente para proteger a los verdaderos autores intelectuales y materiales, frenar que la investigación llegue a Ángel Aguirre y evitar el mayor daño posible a la imagen del PRD.

 

Para ello, nos les importa utilizar el dolor de los padres de familia cuyos hijos fueron asesinados por una policía municipal corrupta y un grupo de narcotraficantes que operan impunemente en el Estado de Guerrero con la complacencia y complicidad de las autoridades perredistas.

 

Pero ahora nadie parece acordarse de eso.

 

Hábiles en la manipulación mediática, apoyados por empresarios de la radio y la televisión indignados por la reforma a las leyes en telecomunicaciones, pero sobre todo por la escasa capacidad para el control de daños en Presidencia, en menos de un mes de ataque sistemáticos, al presidente Peña Nieto le voltearon el chirrión por el palito.

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