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Miércoles, 23 Diciembre 2015 20:51

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Por Adela Navarro Bello 

 

Ciertamente el señor Eugenio Ímaz Gispert tiene muy poca experiencia en materia de seguridad, inteligencia y operación estratégica. Lo suyo en Hidalgo, donde se desempeñó mayormente antes de entrar al plano nacional, fue acompañar a gobernadores en encomiendas distintas a la seguridad. Más inclinado al sector empresarial fue Secretario de Industria y Comercio, Coordinador de Asesores, Secretario de la Contraloría, Secretario de Planeación y Finanzas, e incluso Secretario para Asuntos Comerciales de la Embajada de México en Canadá.

 

Tuvo un pequeño periodo, apenas de un año, donde fungió como Subsecretario de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, cuando esa institución la encabezaba Diódoro Carrasco Altamirano en el último año del sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León. De ahí en fuera nada.

 

Pero estando su corazón político en Hidalgo, cuando su ex Jefe y amigo, Miguel Ángel Osorio Chong llegó a la Secretaría de Gobernación de la mano de la confianza de Enrique Peña Nieto, lo lógico fue ubicar en una posición delicada y que requiere de extrema secrecía e inteligencia, a uno de los suyos. A don Eugenio Ímaz Gispert a cargo del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, el antes temido CISEN.

 

Pero bueno, si consideramos que, de acuerdo a la propia institución, su misión es “producir inteligencia estratégica para la toma de decisiones, a fin de preservar la Seguridad Nacional, la Gobernabilidad y el Estado de Derecho”, como que la cosa no anda bien.

 

Desde la llegada de Peña, y por ende de Osorio y de Ímaz, lo que ha destacado en el País han sido los brotes de inseguridad, de inconformidad, de hartazgo, de terror, de criminalidad, de exceso y abusos, que llevan a nuestro México, pasito a pasito, más cerca de la ingobernabilidad.

 

En el CISEN no han tenido la capacidad para recabar información, analizarla y determinar las acciones a seguir para evitar, tomando decisiones estratégicas que satisfagan a la mayoría, los brotes de inconformidad y violencia que han dominado el escena pública en la República Mexicana.

 

Vaya no fueron ni siquiera capaces –o sí lo fueron y son cómplices- de prever que Joaquín “El Chapo” Guzmán se escaparía otra vez de una prisión de máxima seguridad.

 

Desmantelado ciertamente durante el sexenio de Vicente Fox Quesada, que sin el menor respeto por las instituciones veía el Centro de Investigación y Seguridad Nacional como el infierno que albergaba a todos los espías y no como un ente de análisis de información para preservar la seguridad en el territorio mexicano. Se limitó mucho el trabajo en lugar de encaminar los esfuerzos para, ciertamente, velar por la seguridad nacional desde el interior de la misma.

 

Hoy día, con un Gobierno emanado del PRI otra vez en la Presidencia de la República, el CISEN no ha podido reestructurarse, mejor dicho, las personas que encabezan la institución no han estado a la altura de las circunstancias. No previeron la corrupción en Iguala, ni la relación narco-política en Guerrero que llevó a 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa a la desaparición forzada. No anticiparon en el Centro de Inteligencia el levantamiento de las autodefensas en Michoacán, ni vieron venir la relación de políticos de varios partidos y funcionarios públicos, relacionados con Servando Gómez “La Tuta”.

 

Tampoco son capaces de anticipar las olas de violencia que la corrupción y la impunidad, producto de la malvada dupla de Gobierno y narcotráfico, han brotado en Guerrero, Tamaulipas, Jalisco, Michoacán, Baja California, Sinaloa, Baja California Sur y el Estado de México por mencionar los principales puntos rojos.

 

El CISEN tiene representantes en todos los Estados de la República Mexicana, y en las principales ciudades del país. Los delegados del Centro de Inteligencia, mayormente de bajo perfil, enfrascados en su labor de análisis de información, capacitados para captarlas en el aire y alertar al Sistema de Seguridad Nacional, pero en lugar de ello, muchas de las veces se dedican al espionaje político, al chisme electoral, a reunir elementos para la denostación de la oposición. A recabar información para la difamación y la calumnia. Y por eso, en la mayoría de los casos, ha sucedido en México el desmoronamiento del Estado de Derecho que hoy padecemos.

 

Por supuesto que se han desarrollado manifestaciones de hartazgo que resultan inevitables ante un Gobierno como el que encabeza Enrique Peña Nieto, que es intolerante a la crítica, a la libertad de expresión, y que es susceptible a la presión social, al terrorismo fiscal, al oscurantismo político. Pero los hechos de violencia, de corrupción político-criminal, los brotes de inseguridad se deben prevenir.

 

No debería existir un Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional que ni siquiera está preparado para salvaguardar a los suyos, porque ello significa que incumple la parte que le corresponde en responsabilidad como es “proteger al país frente a riesgos y amenazas. Preservar la soberanía, independencia, territorio y la unidad de la federación. Mantener el orden constitucional y fortalecer las instituciones democráticas de gobierno. Defender al país frente a otros Estados o sujetos de derecho internacional. Preservar el régimen democrático fundado en el desarrollo social, económico y político”.

 

Hace unos días, el delegado del CISEN en el Estado de México –la entidad de origen y arraigo del Presidente de la República y una de las más violentas en los últimos tres años- Jaime Ramos Neri, fue secuestrado. Por notas de prensa y la mínima información que el Gobierno Federal emitió al respecto, se supo que incluso hubo amenazas previo al plagio, y que –evidentemente- no se consideraron con seriedad permitiendo así que el crimen se llevara a cabo. También mencionan que había una solicitud de rescate por 4.5 millones de pesos para liberar al funcionario federal.

 

Un delegado del CISEN que da la impresión que puede pagar un rescate de 4.5 millones de pesos, no es un buen ejemplo de funcionario de bajo perfil dedicado al análisis de la información para contribuir a la inteligencia nacional. De hecho es todo lo contrario. Pero vaya, lo del dinero puede ser por otras razones.

 

Información extraoficial indica que efectivamente hubo una negociación para la liberación del delegado, y la falta de detenidos en la investigación lo confirma.

 

Días después de haber sido secuestrado, el delegado del CISEN fue rescatado con vida y sus plagiarios perdidos en la impunidad que vergonzosamente caracteriza a este país.

 

No hay más información al respecto. Quién sabe si porque no la tienen o porque de tan comprometedora no la quieren compartir, lo que sí es que el secuestro de un funcionario del Centro de Investigación y Seguridad Nacional no deja bien parada a la Institución que Eugenio Ímaz encabeza, y a la cual, ahora se entiende, se le han prendido todos los focos de inseguridad, de inconformidad, políticos y sociales, ante el deficiente sistema de investigación e información que ahí manejan.

 

Claro que no son las instituciones las que no sirven, son los hombres que las encabezan los que fallan. Y en inteligencia a México le hace falta un cambio urgente y de raíz.

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