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Martes, 01 Marzo 2016 18:17

Pemex: las manos de Hacienda y la Sener en su agonía Destacado

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No hay que ser un experto para entender que en la actual administración la crisis financiera en Petróleos Mexicanos (Pemex) y en la Comisión Federal de Electricidad (CFE), las últimas grandes e influyentes empresas del Estado mexicano, se ha agravado. Pero tampoco hay que ser un genio para comprender por qué esa situación se ha vuelto prácticamente inmanejable: desde hace décadas, pero ahora con mayor intensidad, las Secretarías de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y de Energía (Sener) han metido mano en decisiones trascendentales y, por tanto, son corresponsables directas del desempeño operativo y financiero de ambas compañías, y de no actuar a tiempo para frenar su deterioro.

 

Si nos referimos a Pemex, en particular, Luis Videgaray Caso y Pedro Joaquín Coldwell, quienes forman parte del Consejo de Administración de Pemex desde el inicio del sexenio del Presidente Enrique Peña Nieto, sabían bien de su responsabilidad para velar y trabajar por el buen desempeño de la empresa que ha sido el ancla de las finanzas públicas en México durante casi ocho décadas.

 

Pero no, no lo han hecho así.

 

Primero se enfocaron a sacar una reforma constitucional que, de acuerdo con el Gobierno federal y con los legisladores del PRI y sus partidos rémoras que la aprobaron, iba a darle nuevo impulso al sector energético y, en especial, a la que dieron por llamar “Empresa Productiva del Estado”.

 

La paradoja es que, desde entonces, la antigua paraestatal es todo menos productiva, pues aunque se planteó que sería autónoma e independiente para convertirla en una compañía competitiva y con capacidad de decisiones, lo que sucedió es que ahora los dos Secretarios de Estado están más metidos que nunca en las decisiones internas, lo que incluye determinar hasta quién es su director general, por ejemplo.

 

Así como se impulsó su hundimiento –al cortarle brazos operativos, campos de extracción, decisiones de inversión– y se le quitó paulatinamente un buen porcentaje de recursos públicos –además de los que cada año Pemex le da en impuestos a la Federación–, ahora, con el riesgo de perderlo todo, se afirma a los cuatro vientos que no la dejarán sola e intentarán un salvamento.

 

Pero hundir y salvar a una empresa a la vez no es posible. Usar ambas opciones como estrategias de coyuntura denota una corta visión de Estado y evidencia, desde el inicio mismo de la discusión de la reforma, la falta de conocimiento que siempre tuvieron –funcionarios y legisladores– tanto de la situación de la compañía como del propio mercado.

 

Empeñado en desaparecer a Pemex, al Gobierno federal se le fue la mano, y la caída de los precios petroleros hizo que ese error fuera aún más evidente.

 

Lejos de reconocerlo, ahora tanto la SHCP como la Sener lanzaron un plan de reestructuración para la petrolera que, al parecer, le dará la puntilla si, como hasta ahora, vuelven a exagerar en medidas que antes no dieron resultados: cortes a su presupuesto, ajustes en su operación –lo cual deja a algunas de sus subsidiarias prácticamente inactivas–, despidos masivos, pérdida del recurso humano con mayor conocimiento, y venta de activos, entre otras. Todo esto sin tocar uno solo de los privilegios de un Sindicato encabezado por quien es considerado uno de los hombres más corruptos del sistema político mexicano: el también Senador del PRI, Carlos Romero Deschamps.

 

Ahora, además, los Secretarios pueden utilizar legalmente lo que la Reforma Energética les pone en mano para dizque dar viabilidad a la empresa: desde aumentar deuda, hacer alianzas, explotar fibras E, armar asociaciones público-privadas, diseñar fideicomisos, etcétera, con el fin de achicar la empresa y, según ellos, devolverle valor y capacidad productiva.

 

Pero todo eso, otra vez, es pura teoría, un discurso político solidario que pocos creen ahora, pues las cifras y los hechos muestran que, tan se les fue la mano, que difícilmente podrá revertirse el daño… Mientras Pemex sufre esta agonía, del otro lado, los nuevos participantes en la industria privada del sector –la mayoría de ellos ex funcionarios públicos, ex secretarios de Estado, ex presidentes de la República–, se frotan y se frotan las manos.

 

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