Por Adrián López Ortiz
El periodismo mexicano no crece, se arrincona. El periodismo mexicano no evoluciona, sobrevive. El periodismo mexicano calla, sufre y, a veces, también llora.
Aún así, hay un cierto periodismo mexicano que sigue ahí: diciéndonos la verdad a pesar del precio.
Article 19 presentó su informe anual sobre la violencia contra la prensa en México “M.I.E.D.O.” http://articulo19.org/m-i-e-d-o-informe-2015-sobre-violencia-contra-la-prensa/ y tuve la oportunidad de asistir. El informe es contundente y las cifras son preocupantes: 397 agresiones a la prensa durante 2015.
Es decir, todos los días –repito, ¡TODOS LOS DÍAS!, se agrede a un medio o a un periodista en México.
Y más preocupante, durante los últimos 7 años, 46.9% de las agresiones provienen de un funcionario público. Le siguen los particulares, el crimen organizado y, gracias a las coyunturas electorales de 2015, ahora también los partidos políticos.
Durante el informe, Darío Ramírez, Director de Article 19, emitió una frase que no puedo olvidar: “el miedo está instalado en todas las redacciones de este país”.
Tras platicar con decenas de periodistas de todo el país, lo confirmé. Nos reunimos a puerta cerrada para platicar de cómo se ejerce el periodismo desde cada región y debo confesar que salí más preocupado de lo que entré. Desde Baja California hasta Chiapas, hay dos amenazas constantes: el poder político y el crimen organizado. Y gracias a la corrupción, en muchos casos son los mismos.
La situación es clara desde hace tiempo, pero lo que más preocupa es la tendencia: las agresiones crecen año con año, el número de periodistas asesinados también. Ahí están la Ciudad de México y Veracruz como advertencias. La mala noticia es que no hay respuesta institucional ante esa violencia.
Otra conclusión general fue que los periodistas de este país no confían ni en la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión (FEADLE), ni en el Mecanismo de Protección a Periodistas. La razón es muy simple: no sirven para nada. Por bien diseñados que están en el papel, la impunidad prevalece.
Esa impunidad de casi 100 por ciento en los casos de periodistas y medios agredidos confirma lo que todos sabemos: la nula voluntad política de las autoridades para proteger el periodismo mexicano y, por lo tanto, una seria afectación al derecho de los mexicanos a saber y el acceso a la información.
En lo general, contamos con una prensa que tiene miedo, que se autocensura, que se repliega ante los poderes fácticos y que decide mejor callar. Ese silencio es una afectación que va más allá de un gremio o una industria: es un duro golpe al sistema democrático que aspiramos a construir. No se puede hablar de desarrollo humano sin libertad de expresión.
Una tercera conclusión interesante fue que en la indefensión, los medios no están abordando el problema con responsabilidad. Los dueños de los medios necesitan entender que cuando un periodista es amenazado es también problema del medio, no solo del afectado o las autoridades. Ante una situación de peligro, los medios deben responder institucionalmente para privilegiar la integridad de sus periodistas. No es sencillo, se requieren recursos y conocimiento. Pero sobre todo se requiere voluntad para respaldar moral y materialmente a los periodistas.
Esto nos lleva al problema de fondo: los medios de este país tienen que abandonar el subsidio disfrazado de la “publicidad oficial”. ¿Cómo ir contra los funcionario públicos que te agreden, si sobrevives gracias a la pauta publicitaria que ellos autorizan?
En ese sentido creo que medios y periodistas de este país tenemos dos alternativas de futuro: innovar en los modelos de negocio y desarrollar redes de vinculación independientes entre periodistas y medios.
Ambas son urgentes. Mientras los medios mexicanos no encontremos alternativas de rentabilidad sin publicidad oficial, no habrá nunca verdadera independencia periodística al interior de las redacciones y, por lo tanto, tampoco condiciones para “hacer periodismo”.
Por otro lado, en un contexto de impunidad generalizada, creo que la mejor manera de evitar las agresiones es encarecer su costo público y político. El camino entonces es la prevención, la capacitación y, sobre todo, la vinculación. El peor error que un medio o periodista en peligro puede cometer es quedarse solo.
Alguna vez leí que Jesús Blancornelas dijo:
“Si yo dejara de mencionarlos (a los narcotraficantes), si no dijera lo que están haciendo, pensarían ‘ese cuate ya se dobló’. Si ellos vieran eso, le harían lo mismo a otros compañeros. Para mi escribir sobre ellos es como un seguro de vida”.
La frase sirve para la esperanza. La razón por la que se agrede al periodismo mexicano es precisamente el miedo. El miedo al periodismo crítico, a las opiniones incómodas, a las investigaciones reveladoras.
En tiempos violentos nuestro periodismo tiene que ser más ético, más responsable, mas comprometido y creativo. Es la única forma de comprarnos ese “seguro de vida”: que nuestra voz sea peligrosa para los criminales. Que nuestro trabajo sea indispensable para los ciudadanos.